viernes, 22 de febrero de 2008

Felizmente, a veces, algunas ocasiones se repiten

... ... ... ... ... ... ...

Ya lo asumí: es por mí. Digamos que “me gustó”. Tonces, por qué no, lo “concluiré”... Es por mí, tan-por-mi, que hasta quizás ni siquiera vos lo leas. Y si no lo leés (lo que implica que esto no lo lea nadie, absolutamente nadie en el mundo), es porque no quisiste, porque olvidaste, porque no te nació.

Y está más que genial. Porque es lo que habrás decidido, o es lo que habrá “nacido” en vos...

Es la “once”. Sé que hay margen para mucho más.

¿Vamos?

*-*-*-*-*

De recuerdos se trata “esto”, ¿no? Al menos con esa intención lo comencé. Como no sé si hay otra vida, y ya me imaginaba que ni vos ni yo íbamos “a cambiar nuestra-vida”, ¿por qué no hacer el blogcito?

Un recuerdo. Simple. Pero cuando me decidí a hacer este blog lo hice sobre la base de una certeza: puedo confiar en ella. Y sé que a ella no la voy joder. “Entonces, que quede escrito”.

De recordar se trata, entonces. De esos días de principios de octubre, lo único que recuerdo es que casi no hubo onda! Y como te dije una vez, si la hubo, no fue muy buena. ¡Y bueh! No hay nada para contar, creo! Simple: entre cero onda y “mala” onda, por así decir.

Una semana, dos semanas... Hasta que un viernes, el día del cumpleaños de la señorita que me había dicho “se peinó, se vistió re linda”, ese día, ya desde el viaje de la mañana, empezamos a jodernos. O mejor dicho, empezaste a bardearme y yo me enganché, como no podía ser de otra manera, porque la persona con la que “mal que mal” me estaba hablando, eras vos. No importaba qué. No importaba cómo. No importaba nada. Eras vos.

A la mañanita tuvimos que ir al centro; vos por lo tuyo, yo por lo mío. Tal vez no te acuerdes... pero yo sí: vos en la fila de adelante, yo en la de atrás. No sé de qué iríamos hablando, tal vez ni íbamos hablando, pero en un instante habré sentido que no me ibas a matar, y andá a saber de dónde saqué valor (te recuerdo, habré sentido, ya, que no me ibas a fusilar) y tomé tu mano.

Así estaban las cosas: no te diste vuelta y menos aún me trompeaste. El día estaba hermoso. Si hasta fuimos a la terraza, acompañados de una princesita, ¿o no? En el viaje (ni sé si en el de ida, o en el de vuelta; qué se yo) volviste con el clásico

- ¿Cuándo lo voy a conocer a tu hermano?
- Hoy. Vení a la noche.

Esa noche tocaba con su banda el chico de cabellos largos, por así llamarlo. Podías venir, pasar, y conocerlo a mi hermanito. Pero estaba convencido que no ibas a venir. Convencidísimo.

Igual, estaba contento porque después de algunas semanas nos habíamos vuelto a mandar sms, y de la nada, me acuerdo (me quedó en la cabeza, podríamos decir) te puse “tkm”. Nada más. Y me respondiste que también me querías. La sonrisa que puse cuando lo leí habrá sido de las más contentas de mi vida. Y lo será por siempre.

Me podía dar por hecho. Te fuiste. Me fui. Esperé toda la tarde y el principio de la nochecita tu sms de “no puedo ir”, o algo así. Pero no llegaba. No-lle-ga-ba. Hasta que no me quedó otra que asumir que ibas a venir...

Después tu llamado. Te habían robado el celu. Lo único que te pregunté fue si te habían hecho algo, si querías que fuera adonde estabas. Más allá del aparatito blanco, ninguna otra mala noticia.

De repente, ahí estabas vos.

Recién bajabas del colectivo. Sí, eras vos. No podía ser que ahí estuviera frente a mi alguien idéntica a vos. Tenías que ser vos.

Había tiempo, fuimos a tomar algo. La oferta no es brillante... pero ahí estábamos, después de todo. Vaya uno a saber de qué hablando, al margen del espectacular celu con el que ibas a vengar al blanquito, ja.

Hasta que salimos, hiciste una llamada en un público y de repente te abracé y te besé. O te abracé, te besé y me besaste. ¿Cómo se dice? Se debe decir de esta última manera. “En tres pasos”, ¿no?

Ahí estábamos. En su momento no había supuesto que íbamos a volver a estar así. No tiene sentido que te diga que me encantó. Ya sé que no tiene sentido. Me encantó. Sonó mi celu: uno de los chicos. Volvió a sonar: otro de ellos. ¿Me importaba? No.

Besitos. Abrazos.

Llegamos. Todos los saludos habidos y por haber. ¿Tocaron? ¿Cantó? Parece que sí. Hay fotos que lo dicen. Hasta que en algún momento habrá terminado, y dijiste que te ibas a ir en taxi...

No sé de dónde sacé “valor” para decirte

- ¿Querés quedate en lo de mis viejos, que están mis hermanos y yo voy a mi casa?
- No.

Okis. Todo bien. Hasta que una vez que salimos todos, y fui con vos a la vuelta, y al margen de la lluvia, que molestaba apenas, te dije algo que sé que nadie, nadie (na-die) puede creer... o que en verdad, es inverosímil.

Me acuerdo que te dije

- ¿Vos confiás en mi?
- Sí.

Te dije de ir a dormir. Y sólo a dormir. Sólo a dormir. Lo dije tan inocente que en ese momento no le di importancia. Pero es inverosímil. Creíble sí, porque vos me creiste. Pero sé que es absolutamente inverosímil.

Vos sola, taxi hasta tus pagos...

Yo con los chicos. Pero me parece que estaba mi cuerpo y no mi cabeza. Es más, ahí estaban unos chicos que conozco desde hace tiempo y ni fui a saludarlos... Estaba ahí pero por osmosis, diría.

No podía creer que había vuelto a “estar con vos”. Era hermoso. ¿Estaba ahí? ¿O estaba todavía con vos? El corazón estaba con vos. Creía que “no iba a pasar más nada”. A la tarde, como ya escribí, estuve esperando el “no puedo ir” o algo así. Pero viniste. Bajaste del colectivo. Hermosa. Te abracé y no sé cómo hice para no besarte en ese momento. O para querer besarte, ja. A lo mejor me sacabas corriendo.

Y al día siguiente, después de despertarme y de entender que lo que te había dicho era inverosímil hasta límites insospechados, me dije a mi mismo: “Bueno, no quiero que se enoje. Aunque ayer mismo parece que no se enojó”. El 65. El tren. Un llamado. Tu mamá, cocinando algo para el domingo, día de la Madre. “Fue al Carrefour”.

Salí del locutorio. Al kiosko. ¿Dónde queda el Carrefour? Al chofer del cole: ¿Cuánto tardás al Carrefour? De más está decir que llegué de noche. Y ni qué decir: no te vi. Idealmente, yo te iba a ver a vos. Y si lo conveniente era que no me vieras, no me ibas a ver. Era casi un juego, o algo así...

No te vi. Y después me contaste que habías ido a otro lugar, nunca pasaste por allá. Cuando me volvía, me dije: “La verdad, mejor. Porque si me veía, tal vez me mataba”.

Y bueno. El lunes, imagino, nos habremos visto. Y todo re bien. Me dijiste que no habías tomado a mal mi inverosímil idea (idea, porque fue eso, más que una “propuesta”).

Ahí estábamos, “después de todo”. El viernes fuimos a Palermo, y al margen de los patos blancos grandes, que tan de mal humor te ponían cuando se acercaban, estaban la señora (¿o era el señor? Pata (o Pato) con sus patitos negritos... que vuelven a estar, aquí y ahora, más arriba... Unos jazmines... cómo no unos hermosos jazmines...

Estuvo medio gricecita la tarde, hasta creo que llegó a llovizanr un poquito... Pero lo pasamos lindo... tranqui. Y el domingo, que me conseguiste las boletas que te pedí, y en señal de “pago”, un cuarto de tramontana y (te imaginarás) ya no recuerdo qué otro gusto. Eso sin decir que se cayó una maseta de un balcón cinco segundos antes que yo pasara exactamente por ese lugar. ¡Sin palabras! ¿Tenía que estar ahí, yo? ¡Sí, si no me pasó nada!

El almanaque diría que después vino el día que me dijiste de ir a tomar algo, porque ibas a faltar más de una semana para rendir los exámenes. Qué sensación linda fue leer (supongo que fue leido, por mail, la verdad no sé) “¿querés ir el miércoles...? Pero sí. Ja. El miércoles y cuando quisieras. Esa tarde te conté que había ido al Carrefour. “El más…”. “La más”… elección libre!

Un día de la semana que no nos vimos, cuando salí de la facu vi en el lugar menos imaginado a la patita amarilla con sus tres patitos chillones. Increíble. Estaba cerrado, y en ese instante sale la dueña para irse del negocio. El desencajado y enfurecido chihuhua no alcanzó a amedrentarme: esos patitos tenían que ser para vos.

Al día siguiente, creo, “ella” me contestó que sí, que haría un cartelito a tu nombre para que se lo dejaran a tu Mami, así ella te lo daba a vos. Lo único que hice fue esperar que el teléfono sonara cerca de las diez de la noche. Que sonara, y que del otra lado estuvieras vos. Eso pasó. Cuando sonó, supe indubitablemente que “tenías que ser vos”. ¿Ya habíamos dicho de vernos el viernes? No sé, tal vez lo dijimos en esa charla. Y el viernes, antes de tomar el tren hasta tu Facu, fui a comprar las pelotitas de tenis con el dibujito de tu ídolo, podríamos decir. O alter ego, o..., o vaya uno a saber tu qué.

Entré a la Facu. “¡Quiero hacer ingeniería civil acá!”. Encontrar la asignación de aulas. Mmmhhh... Encontrar el aula. Mmmhhh... Sms en ese momento. Que en tal lugar, que en tal otro. Hasta que llegaste. No sé cómo hice para no besarte. Y el beso hubiera durado lo que me dejaras que durara. El barcito de enfrente. Estabas hermosa (tanto, que si te lo decía, me iba a morir de vergüenza, y te lo mandé por mensajito pese a que estabas a cincuenta centímetros. Tenías que irte pero no quise separarme. De compras vos; de acompañante yo.

¿Pero cómo te había ido? Semanas después, no sabías. El día que publicaban, cansadita. “No voy a ir, seguro”. “Bueno, voy yo, y si te fue bien, la noticia te la doy yo”. Salí, subte, tren, colectivo. Un alma caritativa que me explica esos cuatro o cinco números. No eran las mejores noticias. No sé quién mandó el primer sms, ni idea, pero fue muy simple, algo así:

- Estoy de mal humor, me fue mal.
- X-x-x-x-. Yo se todo.

Te había escrito las notas y el número ese loco, sacado no sé cómo. Te sorprendí, dijiste. Acaso como el día que te hice llegar los patitos. No sabés con qué ganas hice ese viaje. Con la seguridad de que (porque supuestamente no habías ido) te iba a dar una muy buena noticia. ¡Ops! Creeme que me acordé recién recién. Te había mandado un sms, diciendo andá a saber qué. Y te habías quedado sin batería. Por eso me contestaste al rato, cuando yo ya estaba en el tren volviendo! Ahí me dijiste que estabas de mal humor! Y te dije que ya lo sabía. ¡Tarde!

No sé qué día fue eso… No tengo las cosas anotadas… están todavía acá… y van a tardar mucho en irse…

Uno diría que por ahí, quizás, se puede contar el día del otro viaje a Palermo, que habrá sido un miércoles, cuando le dije a esa piba “Vos te perdés que yo te baje la valija”. Vergonzante. Pero ocurre que estaba con vos, y podían venir a bombardearme cien aviones que yo realmente hubiera creido que podía salir ileso.

Estaba con vos. Y no sólo eso. Estabas conmigo. Esto es muy frío: estaba-con-vos. Lo escribo así, acá, y si lo lees, no lo vas a leer de la manera en que yo lo siento al escribir…
¡Estaba con vos! El Rosedal. El patito en el lago. ¿De qué hablamos? Me acuerdo que de los colegios de tu zona, de tus compañeros… qué se yo.

Estaba con vos. Estaba con (acá quiero escribir tu nombre, pero eso no ocurrirá, lo sabés).

Tanto estaba con vos que habían cerrado el parque hacía como dos horas y ni enterado, al margen que rompí el mate. Justo el mate de… Catrasta en toda su dimensión. Cómo te quiero! Al fin lo pude decir…

No sé si el jueves o el viernes fue cuando (qué raro) no tuve la velocidad mental como para negar lo que me estaban diciendo, si bien era muy certero (“un dato de inteligenica preciso en sus manos”, ¿no?). Cómo me preocupé. En fin…

Por el día del cumple de uno de mis amigos, recuerdo qué días fueron estos… El viernes de esa semana hice la primera entrada del blogcito. Fui con vos alguna que otra estación y te pasé la dirección por sms, creo. Cuando estaba acá, sentado acá, me llegó un sms tuyo. Yo no tenía credito.

Fue algo así como “Me gustó mucho lo del blog. Me voy a terminar enamorando de vos”. Te lo dije en su momento: me quedé con la mirada perdida. Sé que fue un ratito. Tal vez ni un minuto. Pero me quedé abstraído de todo.

No quería llegar a eso. No pensé jamás que fueras a decirme algo así. Ni siquiera “me voy a terminar…”… nada de eso. Jamás había pensado que llegarías siquiera a rozar mínimamente algo así. Nunca.

Le puse crédito al día siguiente y andá a saber qué genialidad te respondí. Habrá sido tan brillante que ni me respondiste. Pero ese finde estuve medio medio. La semana siguiente tenías que “atender otras obligaciones”, o ayudar a atenderlas, digamos. Te vi el lunes, y cuando se generó el espacio y el tiempo, te pregunté algo y te dije “no pasó ni va a pasar, ¿no?”. Porque no quería que eso pasara. No.

Fuimos a comer a un McD… El martes compré sushi para convidarte el miércoles… directametne ni osaste probarlo… ¡Súper! Y se va noviembre, sí… No sin antes hacerte la jodita por teléfono que casi te causa un paro cardiorrespiratorio… jajaja…

Una tarde compré la jirafita de colores. Quizás ya me habías regalado la lapicera. La que usé hoy. La que voy a usar hasta que ya no pueda usarla más. Creo (dije creo) que me mandaste un sms. Y con la jirafa colorinche en mi hombro, sentí la necesidad de decirte que pensaba que se me había ido de las manos, que el día anterior y ese, me parecía, estaba a full con vos…

Fueron y vinieron varios mensajitos. No me acuerdo qué nos dijimos. Todo re lindo, sí. Muy dulce. Quería estar con vos. Quería ir adonde estabas vos. Lo hubiera hecho. Hubiera ido, hubiera tocado el timbre de tu casa y te hubiera dado tantos besos mientras te abrazaba, tantos besos hasta perder sensibilidad… ese día, lo recuerdo, fue sentir que había llegado adonde no debía llegar. Tuve un rapto de inspiración, y de conciencia, y me quedé con la jirafa, sacándole fotos para que “todo el mundo” la conociera. Sin palabras. Ja.

No recuerdo qué pasó después. Imagino que ya nos habíamos regalado jazmines. A esa altura, seguro, ya me habías regalado las ranis. Ranis por tres. Que van a quedar hasta el final de mis días. Al menos la que tiene algo rojo.

No sé. Hubo una asunción presidencial, y ese día, después de una lluvia increíble, se puso espléndido. Fui con vos dos estaciones. El tema es que si el guarda decía “No para hasta la Luna”, yo hubiera seguido con vos, si es que te quedabas.

Sos increíble. Sos toda una mujer y no me voy a olvidar jamás de vos. No lo puedo creer. Si te tuviera al lado, no te lo podría decir, no me daría la cara. Te pude conocer. Me encantaste… esto no debería estar escrito acá, pero no lo voy a borrar. Si hasta es muy muy muy probable que no lo leas nunca…

Un viaje hasta Devoto un jueves. Yo en la Luna. Pero en la Luna con vos. Helado. Qué ganas de seguir quedándome con vos. Y al día siguiente, después de un brindis, hasta Cabildo. Y en el bar. Ese día, en el bar, no dejé de mirarte un segundo a la cara. No dejé de mirarte, mujer. Ahí de nuevo me dije que estaba hasta las manos con vos. Es muy fuerte no poder y no querer dejar de mirar a la cara a una mujer.


Después, buscar un vestidito. Encontrado, pero no el ideal, no el mejor, lo sé. Pero con los colores, que fueron difíciles de ubicar.

Una llamada inesperada. En un momento que ni tiene sentido que te imagines. Y mi bronca por no poder atenderte. Me habías llamado para Nochebuena. Y no te pude atender.

Un regalo. Y aunque ese viernes no fuiste, de nuevo hasta Devoto. Estaba con mi mp3, esperándote en la placita, y cuando me di vuelta y te vi hermosa como pocas veces te había visto, en ese instante, estaban sonando Los Auténticos con Besándote, y no sé cómo hice para darme cuenta que lo que me decían al oido era “Besándote, no me importa con quién estés, menos si voy a besarte otra vez”. Parecía a propósito. No te lo dije en ese momento porque me pareció una idiotez. Pero así fue.

De nuevo en la gran heladería del barrio, dónde si no. Te hice upa y me hubiera quedado todo el fin de semana así. Con vos. Cerquita. Parece que fue muy en serio, porque no sabés, no podés imaginar, cómo me acuerdo de mis ganas y de mi alegría en ese momento. Ganas de lo que estaba haciendo: ganas de estar con vos. Nada más.

Y se fue el año. Con auto. Con ingreso a la Facu. Felicitaciones. Te va a ir brillantemente bien. O no: te va a ir exactamente como te plazca que te vaya. Si en otra vida fuiste arquitecta, seguro que diseñaste las pirámides. O la muralla china. Si fuiste pintora, quizás hiciste la Mona Lisa, o La Ultima Cena. Podés ser lo que quieras ser. Lo que se te ocurra. Cuando quieras. Como quieras. Porque quieras. Vos sos así.

No queda mucho más. Cuando me dijiste de ir a desayunar. Qué ganas de viajar, de tomar el subte, de caminar hasta verte. Ahí estabas. Y te besé de una. No podía y no quería no besarte. Estaba. Desayunando. Sin importar llegar tarde. Estaba con vos. Estabas preciosa.

Un viaje en el cinco en el que me dijiste de todo. Pero de todo. Y sin embargo ahí estabas. Y ahí estaba yo. Un calor muy molesto. Y un beso y otros besos cuando la verdad, no pensé que ello iba a pasar. Y te pedí la mano, porque no sabía qué iba a pasar después. No sabía qué iba a pasar el día de mañana. Pero en ese instante, ahí estaba con vos. Sí.

Un jueves a la Facu de Veterinaria. Lugar llamativo si los hay. Si fuéramos de nuevo, seguramente me dejarías para que me estudien. No te culparía. Por lo menos, ocupate que me conozcan científicamente en todo el mundo!

Tomando mate. Nada más. Qué alegría. Qué sensación. Otra vez con vos. Y no quería que te fueras. Ese día no. Quedate un ratito más. No te vayas ahora. Quedate. Pero no. Vamos caminando. Te hice perder el tren, ok; sí. Ni a mi me gustó. Me fui insultándome. Evidentemente quería estar con vos. Sí. Ahí. Así. Tirado en el pasto mirando las ramas y el cielo, escuchándote. Mirándote. Besándote.

Viernes y mi último día. Más hermosa que antes. Fantástica. ¿O sería que sabía que no te iba a ver?

Que no me importa. Que van a ser diez minutos. “Vení”. Viniste. “Vamos”. Me seguiste. No sé qué fueron para vos, pero para mi fueron de los besos que di con más ganas en mi vida. Hermosos. O más que hemosos, con toda la intensidad del mundo. De nuevo: no sé qué fueron para vos. Quizás intrascendentes. Pero yo sé cómo di esos besos. O fueron besos muy normales, quizás. Pero con unas ganas de querer decirte tantas cosas…

Después, tu llamado inesperado… Vi que eras vos. Casi un sueño…

Como fue no poder olvidarte un ratito. Mandarte un mail. Decirte que me acordaba de vos. Como fue volver y querer mandarte más mails, y decirte de vernos.

Y una última tarde. Con algunos “te extrañé” de parte de ambos. Ese día estuviste divina. Me acuerdo como si hubiese sido recién, que al rato de vernos, como no te había saludado en el andén de (de nuevo) Devoto, al rato de vernos, te decía, te miré, con mi mano te habré tomado de la cara o del cuello, te acerqué y te besé. Me acuerdo hoy de la cara que pusiste, sonreiste o algo así. Preciosa.

No sé. No me acuerdo de nada, porque básicamente fue eso: hablar, contarnos, darnos algún mimo. No sé. Ni siquiera fuimos a tomar algo. Increíble. Hermoso. Fuimos a caminar un ratito, hablando de tu grupo de amigos. Nos quedamos en esa esquina, yo casi acostado boca arriba y vos de pie, inclinándote para darme besitos.

La última tarde. Felizmente, como había querido: la última sin saber que había sido eso, la-úl-ti-ma.

Los días siguientes, más mails. Creo que sí, hay uno guardado. Dejame ver. Sí. ¿Querés leer? Los que tengo guardados son absolutamente los últimos, y ninguno más:

Hola otra vez yo para variar!!!
Lo único que te quiero decir es que te kiero muchisimo, pero mucho, mucho!!!
Y hay algo que me atrae a vos, y cada vez mas!!
Pero bueno....
Besitos
Chau!!!


O algo así como…


Lo que sí sé es que te kiero mucho, como ya te lo dije, miles de veces, que me gustas. Hay algo de vos que me atrae...
Que confio en vos... quizás t conozca de otra vida, o quiza estás es la primera vez que t conozco....
Pero es muy raro lo que me pasa con vos!!!
Como t lo dije una vez que me enoje con vos... tenía mucha bronca, pero en el fondo sabía que no me podía enojar con vos....
¿Qué me pasa con vos?
Es algo que todavia ni yo sé
Y no sé si me serviría de mucho saberlo....
Quizás sea mejor no saberlo...
¿Qué va a pasar??
Tampoco lo sé! Ni vos, ni yo, ni nadie lo sabe!!!
Pero pase lo que pase, espero que los dos estemos bien!!!
Siempre hice, y dije lo que senti...
Asi que siempre lo voy a seguir haciendo!!!


O por qué no esto:


ME ENCANTO!!!
Pero todo mal!!!
Te kieor mucho!!!!!
y
una cosita mas!!!!.....................
Estas muy lindo!!!!



Un lunes con ganas enormes de llamarte a la noche. A cambio, un mail. Y al día siguiente, después de irte, un llamado a tu celu para ver si te podía llamar después. Hablamos un buen ratito. Y te gustó, me escribiste después. Quería hablar. Nada más. Escucharte. “Estar” con vos…

El miércoles me llamaste vos al celu. Lo vi al ratito. Qué sensación. Una alegría enorme. Me habías llamado. Y me dijiste que porque sí. porque querías hablar…

Contar estrellas. Lo que nunca. Pero no era quien te debía regalar una. No yo.

Y ya no pude más. O nació en ese momento, tal vez. Otra vez un llamado a tu celu. Y casi te digo algo. Pero cómo te lo iba a decir así. De esa manera. No.

Y ese viernes, bueno, lo que ya sabemos… ya sabés el por qué de pedirte esa charla de dos, tres minutos. Ya sabés cómo me sentí ese fin de semana. Pero el martes, vos, toda mujer, me aclaraste que no tenías ningún problema conmigo. Y el miércoles me bardeaste, me tiraste del pelo.


Y mi último sms, creo: “Sos increíble”.

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