martes, 15 de enero de 2008

"¿Hasta dónde?"

Unas palabras. Pero a veces, ellas, no dicen. “Habla mucho pero dice poco”, reza el refrán. “Yo te daría”. Pero nunca me habías dicho qué… ¡Yo no entendía! Te preguntaba. No contestabas. ¡Muy poco cortés de vuestra parte! Entonces arru. Era evidente. Arru. Ni en persona, ni por teléfono, ni por chat, ni por mail. Ya no sabía cómo preguntar. No-con-tes-ta-bas. Arru. Sí. Vos.

Habremos hablado, una vez, y dijimos de poner día y lugar para “decir” lo que no nos decíamos. ¡Ok! Ese día había entrado a las nueve. Pero decidí salir antes. Me dieron ganas. Sí, ¿por qué no? Te iba a dar día y lugar. Ese día. El lugar, “tu” lugar. Un caballero…

Con vos en el tren. Una estación. Y otra. Para mi: “Dos estaciones. Nada más”. Me sentí bien. Te miré. Te pregunté. No contestaste. Me sentí bien (ya lo dije). Me sentí muy bien. No dije. Quería reírme-con-vos. Quería abrazarte. (En el tren, sólo vos y yo. Nadie más). Tenía ganas de decirte lo que sentía. Quería abrazarte más. Estabas ahí. Al lado mío. Quería mimarte. Quería besarte. Y también quería decirte “feliz cumple”. Antes y después de darte el besito. Los besitos.

¿Pero para qué? ¿Y si no querías? ¿Si la embarraba? ¿Si me metía en el barro hasta el cuello? Dos estaciones, nomás. No dijiste. No dije. Y no me arrepentí. Caminando hasta casa. Había descartado la invitación a tu casa. Ese día, ya, no te volvería a ver.

Y otras palabras. Seguramente mías. Y (seguramente) oposición, o al menos, contradicción tuya. “¡Apuesta!”. “Dale, apostá. Pero mirá que te voy a ganar”. Que perdí. Te debía, según vos, una torta de chocolate. Nunca paga. Sé que la saldé pero por “ganarte” otra cosa. “Me tenés que traer una postal de Mickey”.

Acepté. Cómo no. “¿Habrá oficinas de Disney? A esta hora van a estar cerradas. O casi”. La peatonal famosísima. Ningún puesto de diarios. Ninguna juguetería. Y las Galerías. Con todo su esplendor. ¿Me imaginás tendido en la fuente? Boca abajo. Empapado por el agua, arrasado por la vergüenza. Casi me voy adentro de ellas. Increíble.

Quería conseguirlas. Pero claro, no por la apuesta. Quería darte algo. Nunca te había dado nada, a la sola excepción de unas postales “postales”. ¿Te acordás? Con el paso de los minutos, creció la decepción. “Tendría que haber llamado a una oficina, a un importador”.

¿Qué me motivó? ¿Por qué esas ganas? Sólo yo sé las ganas que tenia de encontrarla. Y no por el hecho de “refregártela”… sino porque era para vos…

Decepción en aumento. “La hago yo”. Sí. ¿Qué mejor? Hecha-por-mi. Para ella. ¡Claro! Búsqueda suspendida. Que tomar medidas de una postal. Que web. Que imágenes. Que seleccionar. Que imprimir (súper casero: estaba todo cerrado). Que volver a imprimir. Aceptable. ¿le incluyo el bonus track de su cara desencajada, vencida? Fue el 14 de agosto… el archivo original, guardado, acá, me lo dice…

Hecha. Muy tranqui. Apenas cumple con dificultad. Esa noche chateamos. Te dije que te iba a llevar algo… “No la quiero hecha por vos”. ¡Sos eh! --- --- --- Te quiero mucho. Eso va a vos. Al margen de la “cronología”. Me dieron ganas de decirlo. --- --- ---
Perceptivo y buena onda… porque hasta ahí, al menos en la superficie, era eso… buena onda… nada más… yo lo sé… Percibía la alegría del otro, el futuro (¡mentira!), los olores (¡bueh, bueh!), te invitaba a pasar… Percepción y buena onda… las claves de la vida… hecha para vos!!!

Zafó, según vos. Obvio, no era lo que esperabas. ¿Y cómo surgió lo de “exhibirlas”? No lo recuerdo ni ahí…

Pero me hubieras visto comprando la plastilina para las masetitas. Sí, plastilina, acaso por primera vez en mi vida… Si cuando la usaba tenía edad de jardín de infantes, o de primaria… El cartoncito, volver a imprimir las imágenes de Mick…¿Y en qué las ibas a agarrar? No conseguí los clips que quería. Entonces los mini-brochecitos… con los que ibas a poder colgar tu ropita más chiquita… ja… “Ingenioso. Zafaste”.

Me hubieras visto cortando el cartón… midiéndolo para que tuviera el mismo tamaño de cada lado… me hubieras visto, haciendo eso para vos… ¿Por qué? No sé… o sí, tal vez…

Época de mucho chat. De mucha, pero muchas H… H. H. H. H. H. Pero te quería mucho… Y también época de varios sms… el sms número 1000 (mil) que recibí fue tuyo… y era tan fuerte la presencia de la H que te dije que tenías un premio por haberme mandado el sms 1000… Obvio, arru (yo. Sí, yo, ja!).

Cómo me deliraste cuando perdí un partido con los chicos, entre “nosotros” y algunos chicos de afuera… Nuestro “compañerito” te daba letra… Pero, caballero total él… a la semana “te informó” que habíamos ganado “El” partido (notá que dice “El”, con mayúscula). Que vuelvo en el 5. Que suena el celu. Sabía que eras vos: no tenía duda (a veces también vos sos previsible, jajajajajaja). “Por lo menos esta vez ganaron”… y más sms. Y más… Tanto más, que en algún momento, inevitablemente, asomó por la cabeza: “¿Hasta dónde voy a llegar?”.

Me hubieras visto… las ganas con las que me metía al messenger… las ganas con las que escribía. Cuánto reía. Y cuánto sonreía. Cómo disfrutaba de escribirte algún sms… Me encantabas. Me gustabas. Te quería.

Y lo más llamativo, es que ese penúltimo párrafo, escrito en pretérito, lo podría escribir absolutamente en presente… ¡Te quiero mucho!

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