domingo, 30 de diciembre de 2007

De cómo eyectarse, sin tener sistema de eyección



Eyectar: impulsar con fuerza hacia fuera mediante un mecanismo automático. Fuente: Real Academia Española http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=eyectar)

* * * * *

Una vez con vos, pero a +/- 30 kilómetros de distancia. Otra con vos, a 5 centímetros de distancia. La regla de tres (muy) simple me dice que 30.000 metros (30 kilómetros) son 3.000.000 de centímetros (sí, tres millones de centímetros). Eso quiere decir que la distancia se redujo 600.000 veces (seiscientas mil veces). O que la distancia, cuando fue a cinco centímetros tuyo, representaba 0,0001666% de la anterior (digamos que dos milésimas de un uno por ciento). Ja. Doy por descontado que estos números son una simplona para vos (¡aguante el ocho!).

* * * * *

Cumpliste a medias (¿literal?), y yo huí aterrorizado

La reunión. Inauguración. Antes, seguramente ese mismo día por la mañana, te había dicho “mini tableadita”. Y casi no voy. Que total, el ron quedaba en casa. “Dale, salí. Andá con los chicos” para mis adentros. Y fui. ¿Mini? No sé. Pollerita sí. ¡Medias! Entonces, habías cumplido-a-medias. Nunca tan literal. Que champan con sabor a fresa. Que vino. Que daikiri. Te tequila. Que cerveza. Música. Más ruido. Más quilombo.

Y yo que me siento un segundito en el sillón. Vos que venís y te sentás al lado mío. “Con vos me re divierto”. O algo así. Diría que dijiste eso. ¡No voy a recordarte cómo terminaste! ¡No! ¡Ja! Pero esas palabras, a cinco centímetros de donde yo estaba, fueron demasiado para mi en ese momento. Salté del sillón. Fui hacia donde estaba la barra, y otros chicos “destilando”. Salté del sillón hacia fuera del radio de alcance. No por nada en particular. Sino porque, como ya te dije, no me lo esperaba. Me dio cosita, podría decir, ja. Y luego de eyectarme, fui a buscar refugio entre los demás. ¡Simple! ¿Aterrorizado? Bueh, bueh… ja… No es para tanto. Pero algo así. Y no por vos. Sino por mí.

¿Me ibas a tirar con un misil?

¿De qué estoy hablando? En algún momento lo sentí. Te imaginarás que no sé cuando. Tal vez me gustaría saberlo, pero no es lo que más importa. Como te dije, en algún momento se sintió. Sí, acá adentro. Y un día, o algunos días después, nos encontramos chateando. Yo, sentado en el mismo lugar en el que estoy ahora. Vos, en tu casa. 30 kilómetros de distancia. 300 cuadras. 30.000 metros. 3.000.000 centímetros. ¿De qué veníamos hablando? Sería un hallazgo saberlo. Algo casi paranormal, ja. Está bien, sí, ¡no sería tan fantástico si hubiéramos guardado la charla! ¿Pero para qué?

Palabra va. Palabra viene. H. H2. H3. H4. H5. … … … H100. Ni idea el día, ni idea el mes. Ahora que hago un pequeño esfuerzo, si me apuro, digo que fue en ese mismo agosto. Después de decirlo, salí de la silla como el piloto salió del avión. Eyectado. “Hacia arriba”. No había paracaídas, no había avión, no había guerra. Me acuerdo como si hubiera sido recién. Veníamos hablando. ¡Re buena onda! Y lo escribí: 8 letras.

Eso fue después de aquel día que fuiste al lugar en el que nos vemos “siempre” vestidita con una remera (a algo así) blanca con negro, a rayitas. Ese día me pareció que estabas preciosa. No sé por qué ese día y no antes. ¡No sé! ¿Quizá porque tenía más confianza con vos? Te quise sacar una foto. ¡No quisiste! ¡Mala onda! Después te di un papelito, tipo “ahorcado”. Algunas letras sí, otras faltaban. Lo tenías que completar. Me preguntaste si tenía una “u”. Te dije que no. Pero “que” tiene la letra “u”. No era tan difícil, che! Ja! Que estás muy linda. Esa era la frase.

Esas ocho letras las escribí con este mismo teclado, un tiempito después del día de la remerita blanca con negro, a rayitas. Y salí eyectado de esta silla. Te quiero. Ocho letras. T-e-q-u-i-e-r-o. Como si hubiese sido hace un minuto: debe ser que no quise ver tu “respuesta”. “Salí despedido hacia arriba” de la silla, fui a agarrar algo de ropa para ponerme para salir, y a los segundos (¿diez?, ¿quince?, ¿veinte?) volví a mirar el monitor. Sinceramente creo que escribiste “yo también”. Estoy casi seguro. Pero esa vez salí “eyectado” de la silla como quizás muy pero muy pocas veces antes me había pasado algo así. O tal vez nunca antes. ¡Nunca le había dicho “te quiero” a alguien, por primera vez, vía “msn”! Lo que también sé es que ese “salto” de “eyección” fue como el que usan los pilotos de aviones de guerra, pero no para salvar mi vida: no había un misil que destruyera mi avión, y así, no iba a caer al vacío.

O sí: el misil que me iba a dañar podía ser tu respuesta. Simple pero certera y destructora: “¿Qué decís?”. “¿Qué te pasa?”. “¿Te volviste loco?”. “No te desubiques”. Pero fue un “Yo también”. Creo que sonreí. Estoy casi seguro.

Habré tenido miedito de que me tiraras un misil. No quería quedarme delante de la pc a ver tu respuesta. Podía ser eso, un misil. Y mi instinto de autoconservación hizo que “apretara el sistema de eyección”. Pero no sé si tiraste algo. Aunque seguro que un misil no fue. Me eyecté. Por las dudas. Pero mi propio paracaídas fue, al final, tu “yo también”. Gracias. Una vez más. Gracias. Sí. Hoy por hoy. Hoy por ese “yo también”.

No hay comentarios: